El duelo normal y patológico

Estamos de acuerdo en que cuando perdemos a alguien nos enfrentamos a la experiencia más amarga y se nos queda un vacío con el que tenemos que aprender a vivir.

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Hay que destacar y dejar claro que el duelo no es una enfermedad. Por desgracia, desde finales del siglo pasado lo hemos patologizado y medicalizado. Pero solo es un proceso de dolor natural por el que tenemos que pasar todos. Y además, varias veces a lo largo de nuestra vida.

Hay que tener en cuenta que no todo el mundo necesita de un acompañamiento profesional. Pero lo que sí es cierto es que todo el mundo necesita de un acompañamiento amoroso, empático y respetuoso. Puede ayudarlo a crecer como persona y a sanar esa herida con mayor facilidad.

Hay tantos tipos de duelos como personas hay en el mundo, porque cada uno lo lleva de forma diferente. Por eso somos conscientes de que sí hay personas que necesitan de nuestra ayuda. Ahí es donde entramos los profesionales asesorando, orientando y acompañando al que sufre.

No está de más distinguir el duelo del luto:

Duelo (del latín dolus, dolor): Reacción emocional y de comportamiento en forma de sufrimiento y aflicción cuando un vinculo afectivo se rompe. Incluye componentes físicos, psicológicos y sociales.

Luto (del latín lugere, llorar): Signos externos, comportamientos y ritos religiosos.

El duelo normal es un sentimiento de tristeza. Idealizamos a la persona que hemos perdido con cierta culpabilidad, por no haber hecho todo aquello que nos hubiera gustado haber hecho. Es normal sentirnos mal a nivel emocional y físico, soñar con el fallecido, no comer bien, llamarlo, buscarlo, llorar, evitar recordarlo, el aislamiento social, no dormir, la falta de energía…

El duelo normal sigue ciertas fases hasta que lo resolvemos. Pero estas fases son muy diferentes en cada persona. Algunos no pasaran por todas las fases, tardaran menos o tardaran mas, no comenzarán por la primera o pasaran por ellas de forma aleatoria.

Fases:

1-      Fase del choque: Los primeros momentos.

–  Desde el anuncio de la muerte hasta que finaliza el entierro. Aparecen alteraciones como vértigos, nauseas, temblores y sensación de estar flotando. Te sientes anestesiado. Aparece el rechazo, la incredulidad y la negación. A veces puedes llegar a sentir alivio hacia el difunto y hacia ti mismo, si por ejemplo es por una dura enfermedad. Es frecuente también los reproches hacia el difunto.

2-      Etapa central: El estado depresivo.

–   La fase de mayor duración. A partir de la aceptación de la perdida. Etapa depresiva que puede durar meses o años. Sentimiento de soledad social y emocional. Se repliega sobre sí mismo y se rodea de preocupación y desinterés por las cosas. La persona puede decidir seguir hacia adelante, quedarse como esta o morirse.

3-      Etapa final del duelo: el restablecimiento.

–    Eres capaz de mirar al futuro y plantearte objetivos. Vuelves a sentir deseos y los expresas, además de comenzar a separarte de los objetos personales del fallecido. El estado depresivo aminora, te sientes mas aliviado y recuperas la capacidad de volver a amar.

Cuando nos encontramos ante un duelo no resuelto comienza el duelo patológico. Incrementa la culpabilidad y la idealización de esa persona persiste. Hay riesgo cuando el duelo normal se prolonga en exceso en el tiempo. Cuando su intensidad o características  no cuadran con la personalidad previa de la persona. Cuando impide interesarse por otros o amar. Cuando es incapaz de hacer frente a las responsabilidades y se ve invalidado en su vida diaria.

¿Qué señales encontraríamos?

– La persona pasa del dolor al sufrimiento, aunque haya pasado mucho tiempo desde la pérdida.

– Consumo de alcohol y medicamentos.

– Tendencia a imitar a la persona fallecida.

– Una situación sin importancia desencadena una intensa reacción emocional.

– No quieres desprenderte de las posesiones del fallecido.

– Aparece la fobia a la muerte y a la enfermedad.

– Cuando se estanca en la negación total.

– Cuando se detecta un comportamiento antisocial.

– Cuando se instala una esperanza crónica y continuada de retorno.

– Cuando acudes mucho al médico negando la angustia emocional.

– Cuando parece que evoluciona pero a los meses recae.

– Pensamientos de suicidio, baja autoestima, impotencia.

– Alejamiento de situaciones que le recuerden al difunto.

 

¿Cómo podemos intervenir en el duelo? Tareas del duelo:

1-   Aceptar la realidad de la pérdida. Debe ser intelectual y emocional, aceptar que el reencuentro es imposible.

2- Dar expresión a los sentimientos. Facilitar la expresión emocional para no arrastrar el dolor el resto de la vida. Es imposible perder a alguien sin experimentar cierto nivel de dolor. Abandonarse al dolor.

3-  Adaptarse al ambiente en el que el difunto ya no está. Adaptarse a la pérdida. Redefinir valores fundamentales de la vida, reestructurar los cambios interiores que la perdida ha ocasionado. No adaptarse implica luchar contra uno mismo y no desarrollar habilidades de afrontamiento.

4-   Reinvertir en otras relaciones. No renunciar a la persona muerta, sino encontrar un lugar para ella en el plano emocional que te permita continuar con tu vida. No hay que evitar formar nuevos apegos.

 

Azucena Martínez, Psicóloga y Terapeuta Gestalt.

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Noelia Rodríguez Rosalén, Psicóloga y Perito psicológico jurídico y forense.

noeliarosalen87@gmail.com

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